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domingo, diciembre 28, 2025
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    Renunció al trabajo y usó los ahorros para recorrer África: las tres enseñanzas que aprendió durante el viaje

    Agustín Izquierdo tiene 36 años y decidió dejar su vida estable en Barcelona para cumplir un sueño de la infancia. Recorrió 50.000 kilómetros, cruzó selvas y desiertos, y descubrió que la verdadera riqueza del continente no está en los safaris.

    Hace poco más de un año, Agustín Izquierdo cerró la puerta de su casa en Barcelona y puso en marcha su moto con un destino que para muchos suena a utopía o peligro: África. Nacido en Ituzaingó, en el oeste del Gran Buenos Aires, y de familia tucumana, este aventurero de 36 años trabajó durante años en el sector turístico antes de decidir que era el momento de pasar del otro lado del mostrador y convertirse en el protagonista de su propio documental.

    “De muy chiquito me gustaba ver documentales de National Geographic o La Aventura del Hombre”, cuenta Agustín en diálogo con TN. “A los 16 años hice un intercambio en Estados Unidos y ahí me hizo el clic: el mundo tenía muchas culturas y religiones diferentes”.

    Ese espíritu, alimentado por padres que lo motivaron a aprender idiomas y a no tener prejuicios, lo llevó a recorrer países complejos como Kirguistán, China y Pakistán, hasta que sintió que tenía la madurez necesaria para el desafío definitivo.

    La travesía comenzó el 4 de octubre de 2024 y terminó a mediados de septiembre de 2025. Fue un año exacto de nomadismo puro. El punto de partida fue un ferry desde Barcelona hacia Tánger, Marruecos. Desde allí, el descenso fue vertiginoso: cruzó el Sahara, bajó por toda África Occidental hasta Sudáfrica, subió hasta el norte de Kenia y regresó a Ciudad del Cabo para enviar su moto de vuelta a Europa en barco.

    La travesía comenzó el 4 de octubre de 2024 y terminó a mediados de septiembre de 2025. (Foto: Instagram @_agustin.izquierdo_).
    La travesía comenzó el 4 de octubre de 2024 y terminó a mediados de septiembre de 2025. (Foto: Instagram @_agustin.izquierdo_).

    Financiar un viaje de esta magnitud no fue producto del azar. “Lo financié todo con ahorros. Fue un proyecto de varios años”, explicó. El mayor gasto no fue la comida ni el alojamiento —que resultan económicos— sino el combustible y las visas.

    En África Central y del Oeste, entrar a un país puede costar una pequeña fortuna: “La visa de Nigeria cuesta unos 160 dólares, la de Camerún otros 160. Son fronteras complicadas donde la burocracia es lenta y, a veces, tenés que educar al oficial de turno sobre qué papeles necesitás”.

    Entre la selva, los piratas y la “magia” de Messi

    Agustín no siempre estuvo solo. Su padre lo acompañó en dos tramos clave: 10.000 kilómetros desde Marruecos hasta Benín, y luego en un bizarro y tierno tramo desde Angola a Sudáfrica a bordo de un Citroën 3CV enviado especialmente desde la Argentina.

    Antes de salir, Agustín mandó a imprimir figuritas de Messi y se las regalaba durante le viaje. (Foto: Instagram @_agustin.izquierdo_).
    Antes de salir, Agustín mandó a imprimir figuritas de Messi y se las regalaba durante le viaje. (Foto: Instagram @_agustin.izquierdo_).

    En su recorrido, los paisajes lo dejaron sin aliento. Desde la inmensidad del Sahara hasta las selvas del Congo y las montañas entre Nigeria y Camerún, un paso fronterizo que eligió por seguridad: “O tomás un barquito con riesgo de piratas, o vas por una zona de grupos rebeldes escoltado por militares, o cruzás las montañas. Elegí las montañas a 2000 metros de altura y fue increíble”.

    Pero si algo le abrió puertas en las aldeas más remotas, fue el fútbol. Antes de salir, Agustín mandó a imprimir figuritas de Messi. “Sabía que el africano es extremadamente futbolero. He visto camisetas de Boca y River en Mali, Congo y Ghana. Cuando me veían ‘blanco’ y me pedían dinero o mi campera, yo les daba una figurita de Messi. Ahí lograba una conexión inmediata”.

    Agustín recorrió más de 50.000 kilómetros a bordo de su moto. (Foto: Instagram @_agustin.izquierdo_).
    Agustín recorrió más de 50.000 kilómetros a bordo de su moto. (Foto: Instagram @_agustin.izquierdo_).

    “En las estaciones de servicio me decían ‘Messi, Di María, Enzo Fernández’. Los más grandes recordaban a Maradona y, curiosamente, en el Sahara Occidental me nombraron a Menem por el origen de su apellido”, recordó entre risas.

    “Musungu”: el hombre que da vueltas

    En África del Este, a Agustín lo llamaban “Musungu”, una palabra que designa a los blancos pero que etimológicamente refiere a alguien “curioso” o que “está dando vueltas”. Esa curiosidad lo llevó a convivir con tribus que viven de la caza y la pesca, y a maravillarse con el ingenio local: “Ves a nenitos jugando con un cartón y dos tapitas de gaseosa como ruedas. El ingenio se potencia donde no hay recursos”.

    A pesar de los riesgos —como una infección en la espalda que lo llevó al quirófano en Zambia o el tráfico caótico de ciudades donde “el guiño no existe”—, Agustín se queda con la energía de la gente: “Bailan, cantan, rezan y trabajan con una fuerza impresionante. Tienen una resiliencia que es difícil de explicar. Gente que no sabe qué va a comer a la noche, pero te sonríe como si tuviera la vida resuelta”.

    Agustín sufrió una infección en la espalda que lo llevó al quirófano en Zambia. (Foto: Instagram @_agustin.izquierdo_).
    Agustín sufrió una infección en la espalda que lo llevó al quirófano en Zambia. (Foto: Instagram @_agustin.izquierdo_).

    El regreso y las tres enseñanzas

    Hoy, de vuelta en Barcelona y en plena búsqueda laboral, Agustín procesa lo vivido. Dice que el viaje lo volvió más tolerante, empático y abierto. Al resumir su experiencia, destaca tres pilares:

    • Humildad: ver cómo comunidades enteras se ayudan para sacar una red de pesca.
    • Resiliencia: el optimismo a pesar de las condiciones desfavorables.
    • El poder de la sonrisa: una herramienta para romper cualquier barrera cultural.

    Para cerrar, recomienda: “Mi consejo para quien sueñe con algo así es que lo intente. Salir de la burbuja te da una ‘cintura’ para la vida que no te da otra cosa. África no es fácil, requiere madurez y paciencia, pero es el continente más desconocido y real del mundo. Hay que ir con la menor cantidad de prejuicios posible”.

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